Voy a coger jornada reducida, me dice mi amiga, porque ya no puedo más de escuchar a mi hija diciéndome que no le busque canguros, que a la que quiere ver por las tardes en casa es a MI. Y por qué no se lo dice a tu marido, le pregunto yo? Buena pregunta! me contesta, si se lo dice será que no le ha tocado la fibra sensible como ha hecho conmigo!
Mi hijo, el mio, me dijo ayer que por qué no voy nunca ni a llevarle ni a traerle del cole, que siempre va su papá, que está muy bien, claro, pero que por qué yo no voy nunca? Memoria corta, le digo, porque cuando tu papá viaja soy yo la que te lleva y te trae todo el tiempo, mi vida. Me mira incrédulo, porque lo que pasó hace más de una semana no cuenta mucho en su cabeza. Así que hoy he llegado tarde a la oficina para poder llevarle yo al cole. Me tocó la fibra.
Y entre una cosa y la otra, leo cansinamente otro artículo más en EL PAÍS sobre el porqué de las mujeres que no llegan a directivas y el porqué de los hombres que siempre están en lo más alto del poder y no lo comparten con ellas. Y me acuerdo de mi amiga, que tiene un puesto de mucha responsabilidad y va a renunciar a parte del mismo para que su hija no la regañe por ponerle canguros a todas horas. Y de mi otra amiga, que dejó una brillante carrera de periodista porque no quería perderse el despertar de sus hijos cada mañana y la salida de los coles a las cuatro -a las cuatro salen!-. Y no consiguió un trabajo decente que la dejara combinar ambas cosas, mucho menos de alta dirección. Y me acuerdo de Soraya Sáenz de Santamaría y de Carme Chacón, mujeres de bandera y de corta y rasga sin duda, pero que se han perdido casi con toda seguridad los despertares de sus hijos y las siestas de mediodía en que te abrazan y les pones el chupete para que continúen el sueño. Y las noches en vela con el termómetro en la boca y las mudas de ropa por las diarréas. Y el método Estivill aguantando mecha mientras lloran para educarles el sueño. Y las llamadas al pediatra cuando -en medio de una reunión de trabajo- te acuerdas de que tenías que vacunarle contra la varicela y no compraste la vacuna.
Lo que quiero decir es que en esta vida nuestra, tenerlo todo es imposible. Y lo sé porque lo vivo y nadie me va a explicar qué y cómo es lo de cuidar a un hijo, o a dos. Tienes que tener la cabeza por ellos al menos el 30% del día, tirando por lo bajo. Tienes que estar ahí cuando se bañan o cuando salen del cole y tienen preguntas y además quieren ver tu cara, no la de la canguro -por mucho que la quieran-. Cuando el pediatra te da hora a las once de la mañana porque no tiene otra libre y tú tienes que saltarte tus cuatro reuniones de la oficina porque nadie como tú le va a explicar a la pediatra qué tiene la niña y cómo ha pasado las noches. Y cuando la profe te quiere contar cómo va tu hijo, también te lo quiere contar a ti.
Y lamentablemente, todo eso no es compatible con una profesión que requiera el 90 por ciento de tu ser, como lo es la vida de la multinacional en la cumbre. Llena de viajes intempestivos, de reuniones a las nueve de la noche, de domingos pegada/o al ipad con los datos financieros que no cuadran, y en definitiva con la mente enfocada por y para el bien de tus accionistas.
Alguien tiene que llevar el timón de la casa, y quién va a ser, el mismo que lleva el timón de la empresa? Salvo que sea superwoman o superman... Me da igual si es Ella o es El, pero alguien tiene que ser el patrón para que no vaya a la deriva. Y mejor que sea uno de los progenitores que no los abuelos de la criatura, a poder ser. Para y por el bien de todos. Y más allá de los derechos del menor a que sus papás le cuiden en primera persona, están las prioridades de cada ser humano. Y esta ser humana, que soy yo, tiene un montón de amigAs que han podido ser top number one de las compañías para las que trabajan, porque les sobraban valía y templanza, y han DECIDIDO perderse el sillón del número uno en la oficina para poder subirse al sofá de su casa y aupar a sus hijos en su regazo. Amigos hombres que piensen igual? Espera que pienso... ummm... ahora no me vienen a la cabeza! Mecachis...
O cambiamos el capitalismo y sus exigencias, o dirigir empresa y casa seguirán reñidos per secula seculorum. Pero no porque los hombres son maaaalos y han decidido discriminarnos, sino porque somos más versátiles y menos centradas en el business que ellos. Pero eso creo que no es políticamente correcto. Uff.